(Por Matías Chandía)
Durante siglos, la teoría de la democracia como un sistema encaminado al éxito, ha consistido en dejar de lado lo más importante en la vida de los seres humanos: la Fe.
Desde los inicios de la democracia, en la nación que sea, siempre ha evolucionado en un completo ateísmo.
Sin duda, el mayor peligro que esto conlleva para con el prójimo, es por supuesto, la pérdida del sentido de la dignidad, el honor, la responsabilidad, entre otras cualidades indispensables para la convivencia civilizada.
Mientras más se esconda esta verdad, más sencillo se les hace a los dirigentes democráticos controlar a las masas. En pocas palabras, la democracia guía a los pueblos con los ojos vendados...
Además de esto, la democracia es utilizada, siempre, por personas que carecen total o parcialmente de virtudes y habilidades para gobernar. Si nos ponemos a pensar en la ejecución de la ciencia del estadismo por parte de los presidentes democráticos, será muy poco lo que podamos reconocer con claridad. Esto se debe, principalmente, a que en la democracia se pierden las habilidades para establecer amistades diplomáticas, reconciliar antigüos conflictos históricos, y otros asuntos de la naturaleza del gobierno, por lo que las relaciones se somplifican al extremo de caer en lo vulgar. ¿Cómo se podría tener seguridad al estar bajo la dirección de quienes no lograrán, jamás, convertir la prosperidad y la crisis, en más y más prosperidad, protección, riqueza, etc.? Y si tenemos en cuenta lo básico de los procedimientos diplomáticos democráticos ¿Cúantos beneficiones se podrían esperar de una solución débilmente planeada y pobrísimamente desarrollada bajo codigos establecidos por la nación más corrupta y prepontete del planeta?
Durante siglos, la teoría de la democracia como un sistema encaminado al éxito, ha consistido en dejar de lado lo más importante en la vida de los seres humanos: la Fe.
Desde los inicios de la democracia, en la nación que sea, siempre ha evolucionado en un completo ateísmo.
Sin duda, el mayor peligro que esto conlleva para con el prójimo, es por supuesto, la pérdida del sentido de la dignidad, el honor, la responsabilidad, entre otras cualidades indispensables para la convivencia civilizada.
Mientras más se esconda esta verdad, más sencillo se les hace a los dirigentes democráticos controlar a las masas. En pocas palabras, la democracia guía a los pueblos con los ojos vendados...
Además de esto, la democracia es utilizada, siempre, por personas que carecen total o parcialmente de virtudes y habilidades para gobernar. Si nos ponemos a pensar en la ejecución de la ciencia del estadismo por parte de los presidentes democráticos, será muy poco lo que podamos reconocer con claridad. Esto se debe, principalmente, a que en la democracia se pierden las habilidades para establecer amistades diplomáticas, reconciliar antigüos conflictos históricos, y otros asuntos de la naturaleza del gobierno, por lo que las relaciones se somplifican al extremo de caer en lo vulgar. ¿Cómo se podría tener seguridad al estar bajo la dirección de quienes no lograrán, jamás, convertir la prosperidad y la crisis, en más y más prosperidad, protección, riqueza, etc.? Y si tenemos en cuenta lo básico de los procedimientos diplomáticos democráticos ¿Cúantos beneficiones se podrían esperar de una solución débilmente planeada y pobrísimamente desarrollada bajo codigos establecidos por la nación más corrupta y prepontete del planeta?
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